GÉMINIS DEL MERCADO
GÉMINIS DEL MERCADO
Revisando el guardarropa esta mañana, fijé mis ojos en una camisa de manga larga que me regalaron hace exactamente 15 años, cuando en ese entonces recién cumplía yo 24. Si bien la he utilizado periódicamente desde entonces, hoy fui consciente de un detalle bastante difícil de encontrar en estos tiempos: la camisa luce perfecta, su tela no presenta desgaste aparente e incluso, luego de colocármela y asistir al trabajo, unos usuarios me elogiaron si estaba estrenando. Durante ese día me pregunté en repetidas ocasiones cómo era posible que en tiempos pasados la calidad fuera sinónimo de perdurabilidad y resistencia en los productos, mientras que actualmente la calidad parece estar más relacionada con la estética y el mercadeo.
Sacar del bolsillo algunos miles de pesos para comprar cualquier artículo es tan importante para el sistema económico que de hecho subsiste por ello. El modelo keynesiano, aún vigente, sugiere que la demanda es el motor del desarrollo, y que a mayor demanda, con todas sus estrategias vinculantes, mejor dinámica en las cadenas productivas y mejor calidad de vida entre los habitantes de determinada región. El modelo sería perfecto en un mundo con recursos naturales infinitos, justicia social imperante, comercio justo o responsabilidad extendida del productor; pero como es obvio, al menos para nuestros días, la ecuación, lejos de estar incompleta, es totalmente reduccionista a la realidad humana. A pesar de esto, seguimos exponencialmente fieles a ella.
La camisa que inició toda esta reflexión y que aún me sigo colocando es tan solo un efímero olvido de la locomotora en la que la humanidad se ha embarcado. Producir bienes durables y resistentes es una locura incoherente para el modelo capitalista actual que, llámese neoliberal o neocapitalista, su enfoque sigue siendo el mismo. Ahora, la clave es producir desenfrenadamente artículos llamativos de poca duración para que el dinero fluya de nuestros pantalones o bolsos de una manera más acelerada en el círculo vicioso del consumo, mientras el marketing y el branding hacen de las suyas, explorando minuciosamente el comportamiento del cerebro humano para engañarlo en el bucle adictivo de comprar y tirar. En este orden de ideas, la importancia como ser humano se ha reducido a la palabra "comprar" y todo lo que sea diferente a esto es un obstáculo para el desarrollo.
Como comprar es la estrella del modelo, la masa demográfica es su gasolina, por lo que países altamente poblados como China, India o Estados Unidos se convierten en el foco de atención para mercados propios y ajenos, posición que están escalando países como Brasil, Rusia o incluso algunos emergentes africanos como Suráfrica, Egipto, Etiopia o Nigeria. Este interés exacerbado por expandir mercados para el flujo de capital ha puesto en jaque ámbitos tan importantes, pero tan marginados como el entorno natural, las sinergias ecológicas, la cultura, los entramados sociales o el mismo núcleo familiar.
A mi parecer, los académicos y pragmáticos de la economía se encuentran en gran deuda con la humanidad. A día de hoy hay grandes vacíos en el cálculo del valor real de los servicios ambientales que nos proporcionan los ecosistemas, así como vacíos en la valoración de los beneficios directos e indirectos de mantener un tejido social fortalecido o un sistema educativo para la vida. Si contásemos con estos cálculos ecuánimes, podríamos definir con mayor precisión el costo de oportunidad del uso de un recurso, bien sea natural, humano o intangible. Bajo este lineamiento, muchas decisiones se hubieran podido tomar de manera más racional y menos pasional con la evocación de nuestro sistema primitivo de ambición, egoísmo e inmediatismo. No obstante, la ruleta ya está lanzada, con los muchos posibles resultados en contra, pero aun con algo de tiempo y mucho de suerte, para al menos darle un chance a un desenlace más llevadero.
El planeta no aguanta la creciente cifra de 8 mil millones de humanos con ganas de consumir al ritmo de los más ricos. El modelo en sí se cae por su propio peso, al tiempo que arrasa con la dignidad humana y con la de todos los miles de millones de seres vivos que hacen parte también de esta diminuta burbuja azul. Nuestra especie enfrenta hoy el reto más importante de toda su historia, no siendo solo la prolongación de su supervivencia sino el entendimiento de que la vida no es un milagro de derecho exclusivo, sino que habita en cada organismo con la misma oportunidad a disfrutarla y que nuestra gran inteligencia está dada para convivir con ella bajo el respeto, el uso racional y la reverencia a dejarla igual o mejor a quienes aún no han nacido para experimentarla.